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lunes, 26 de diciembre de 2011

EL BAÚL DE LAS COSAS DE NAVIDAD (III)


EL REGALO DEL NIÑO DIOS:

Esta conversación ocurrió entre mi vecinito “Luis”, un adolescente de 13-14 años,  con cuerpo de grandote,  que vive cómodo, en una casa que está decorada de navidad desde la primera semana de noviembre,  que estudia en un colegio privado en el centro histórico de la ciudad, y  “Jaime”, un niño de 10 años, cuya voz aguda y corta estatura le hacen parecer de ocho años, que no tiene decorada su casa de navidad porque en la temporada invernal se inundó y puede volver a ocurrir en cualquier momento, y que está  ubicada en uno de los barrios más pobres de mi ciudad, que iba y venía todos los días durante sus vacaciones con unas chancletas porque no tenía zapatos (ya tiene) y por supuesto estudia en un colegio del estado.

“L”: ¿qué le pediste al niño DIOS?
“J”: nada
“L”: ¿por qué?
“J”: porque no
“L”: ¿no quieres nada?
“J”: no
“L”: eso es raro…

No escuché más, no necesité oír nada más, tal vez es que “Luis” no siguió preguntando, tal vez entendió que no todos  los niños pequeños creen que el niño DIOS va a traer algún regalo, precisamente porque no trae ninguno, o pudo ser que el mismo “Jaime” se encargó de explicarle, pero no lo creo porque es de pocas palabras. Para mí fue muy difícil asimilar el momento, yo sí creí en el niño DIOS y durante mi infancia hice carta y siempre recibí regalos, hasta que espiando, mi hermana y yo, descubrimos a nuestra madre colocando amorosa los regalos en nuestras camas, con total sigilo para no despertarnos.

En mi turno como madre, mi luz oscura y yo optamos por no decirle a nuestros hijos que el niño DIOS les traía regalos, siempre les dijimos que nos ayudaba para que los pudiésemos comprar, pero los amigos, la televisión, y el hecho de que ellos los encontraban siempre debajo del árbol sin notar cuándo eran colocados ahí, hicieron que su imaginación construyera la siguiente versión:

“mami – dijo el más pequeño - ya sé cómo llegan los regalos a la casa (aún ahora preguntan cómo lográbamos colocarlos sin que ellos se dieran cuenta), el niño DIOS los ayuda a ustedes a comprarlos, ustedes se los dan a Santa y él los trae empacados en la navidad”

A mí me pareció tan mágico y lo vi tan ilusionado que no lo saqué de su error, y le dije que yo no sabía bien cómo ocurría, que yo nunca había visto quién era, pero que seguro era algo parecido a como él lo pensaba. Con eso quedó contento, y yo también.

Afortunadamente para el mágico corazón de mi pequeño hijo siempre logramos comprar los regalos, siempre pudimos esconder la caja que llena de juguetes y hermosos detalles les mandan mi hermana y mi cuñado cada fin de año, y por supuesto, siempre  logramos ponerlos bajo el árbol sin que ellos vieran.

Hace un par de años, mi vecinito (el mismo del inicio de la historia) le hizo algunos comentarios a mi hijo pequeño sobre el niño DIOS y los regalos que lo inquietaron mucho, y de manera equivocada yo creí que era tiempo de decirle que su versión no era cierta  y que los regalos son comprados por papá y mamá con la ayuda del niño DIOS, como le habíamos dicho en un principio. Cometí un grave error, mi luz oscura yo los sentamos a los dos a la mesa y les hablamos de esto, explicamos que éramos nosotros quienes colocábamos los regalos bajo el árbol, y que Papa Noel no venía  a la casa; no terminamos de decir esto cuando mi hijo rompió en llanto, tal como se había roto su corazón mientras escuchaba nuestra verdad, estaba desconsolado y fue desconsolador verlo así, yo sólo había sentido tanto dolor por verle en alguna condición de fragilidad cuando estuvo enfermo siendo un bebé, es que no paraba de llorar y de decir que no lo podía creer, que era mentira lo que ahora  le decíamos, que era imposible que Papa Noel no existiera, pero sobre todo no paraba de llorar – y mi corazón con él -. Debo decir que fue de las peores experiencias que he tenido en mi vida, no habría querido nunca que ellos forjaran esa falsa ilusión, pero había ocurrido, pero sobre todo no queríamos robarle su inocencia, arruinar sus sueños, destruir su “magia”.

Pasaron meses antes de que su tristeza se disipara, varias veces lo encontré llorando a solas, y mi corazón lloró con él. El niño DIOS no trae los regalos, ni a mis hijos, ni a nadie, por eso hay niñas y niños que no piden nada, porque no llegará lo que piden. La verdadera NAVIDAD es espiritual, los regalos son una tradición que no debemos atribuirle a la vivencia espiritual, de hecho los regalos los trajeron los reyes magos al niño DIOS, deberíamos nosotros regalar algo para él, más amor, más comprensión, más coherencia con su mensaje de justicia e igualdad social, así todas y todos podríamos participar de los regalos PARA el niño DIOS, no habría ser humano en el mundo que pudiera decir que no tiene dinero para celebrar la navidad, esos regalos tienen otro valor.




miércoles, 21 de diciembre de 2011

EL BAÚL DE LAS COSAS DE NAVIDAD (II) :



CENA DE NAVIDAD:
Sobre la mesa estaba un gran pavo,  un brillante jamón glaseado, unas jugosas tajadas de pernil de cerdo horneado, había una bandeja llena de un morenito arroz con pasas, blancas ensaladas de papa y verdes ensaladas frescas, una fuente con un tembloroso flan de caramelo, y una bandeja con un dorado y crocante pie de coco, era un gran banquete, la mesa estaba llena de delicias para todos los gustos. La recuerdo como si fuera ayer, sólo vi mesas de navidad así cuando era una niña, habrán sido unas tres o cuatro veces, eran hermosas, invitaban a la unión y a compartir, y cómo no, si cada núcleo familiar debía llevar un plato, éramos muchas familias en un encuentro para mi inolvidable, tíos y primos y amigos muy cercanos estábamos alrededor de este gran banquete (en una de estas ocasiones recibí mi mesita de te), aún luego de años creo que era maravilloso, mejor que ningún otro.

La verdad es que en mi casa no tuvimos grandes cenas en navidad alguna (sólo cuando en un par de ocasiones nos tocó recibir el banquete), a mi papá no le parecía necesario, él en cambio consideraba perfecto que el mismo 24 de diciembre fuéramos a algún delicatesen y compráramos un montón de carnes frías edición navidad y quesos  varios, frutos secos, todos deliciosos, y bien acompañados por un buen vino, pero no tenía calor de cena (bueno eran carnes FRÍAS), le faltaba mucho. No obstante esta falta era subsanada más tarde, luego de que mi papá se dormía (casi siempre antes de las 12:00), íbamos a casa de los mejores vecinos del mundo, y nos acogían con gran calor a mi hermana, mi mamá y a mí, con una buena taza de chocolate, buñuelos y los alimentos elegidos para la cena; qué bien se sentía ese momento, que fueron muchos, recuerdo más veces ese chocolate tibio que el gran banquete familiar, y lo recuerdo con profundo agradecimiento y mucho cariño.

Ahora, cuando es posible, preparo la cena de navidad y la disfrutamos en casa con nuestra pequeña familia, mi mamá, mi luz oscura, mi hija y mi hijo, siempre en el corazón de todos y nunca en la mesa mi niña de ébano, y yo. Me esmero mucho en preparar lo que a ellos más les guste, dentro de las opciones que yo les ofrezco, me gusta mucho preparar lomo de cerdo en diferentes salsas, una buena ensalada, y algún tipo de torta salada que incluya queso, por supuesto un gran postre, algunas veces una copa de vino, y siempre mucho amor y unión.

Es un momento mágico, los niños siempre lo prefieren a cualquier otro plan, hacemos una oración y expresamos nuestros sentimientos a propósito de la ocasión y de nuestras relaciones familiares, me recuerda mucho a aquel  chocolate tibio en casa de los mejores vecinos del mundo, en la que me sentí siempre ACOGIDA, en estas fechas tan especiales. Por supuesto luego de la cena… ¡LOS REGALOS!.

Espero que tengan una cena de navidad llena de mucho AMOR y de los sentimientos propios de lo que en esta fecha celebramos: el nacimiento de JESÚS.

lunes, 12 de diciembre de 2011

EL BAÚL DE LAS COSAS DE NAVIDAD (I)

Este será un tinto con canela y de pronto una gotica de licor, más propio de la navidad...

Desde hace muchos años mi madre tiene un hermoso baúl en el que guarda parte de la decoración de navidad (una de las cosas que más me gustan de esta época), como una apología a esa querida parte de mi casa, voy a traer mi baúl de “cosas” de navidad, serán palabras varias sobre esta época, los recuerdos, las fantasías y algunas opiniones sobre ella. 

EL JUEGO DE TÉ

Las patas eran amarillas, como toda la vajilla, la superficie era negra, tenía cuatro tazas con platos y cucharas, tetera, azucarera y la jarrita de la leche o crema; era mi sueño, preciso para mis juegos y viajes maravillosos.


Esa noche me hicieron dormir antes de que se terminara la fiesta para que el Niño Dios pudiera traer mis regalos, y con el bullicio y todo mi mamá lo logró, dormí y cuando abrí mis ojos allí estaba para hacer mis delicias en eternas tardes de té de muñecas. Pero la felicidad nunca es para siempre, a veces ni para un rato, mi primo que ya no creía en el Niño Dios, y a quien no le habían dado sus regalos por estar en la reunión en mi casa, le pareció fantástica mi mesita de té, pero él la convirtió en una silla para niños… y cataprummm… ella no sobrevivió a este nuevo destino, la rompió y también a mi corazón, qué gran dolor, no había pasado una hora de tenerla cuando ya no podía gozarla, ahora tenía que sufrirla y sí que lo hice.


La magia se rompe, son astillas pequeñas que arruinan un rato feliz y que enseñan, por lo menos en la infancia, a tener resistencia para las grandes fracturas que siempre hallamos en la vida.


Realmente a pesar de todo sigo prefiriendo haberla tenido, aunque no me durara nada en su forma original yo logré acomodarme y la tabla de la mesa fue una bandeja y la mesa fue cualquier superficie plana de mi casa, me adapté, sobreviví al dolor y me gocé mi juego de té por muchos años.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

LA ALFOMBRA ROJA Y EL TEATRINO

La alfombra era roja, muy oscura, no sé bien si su color original era tan opaco,  creo que había aguantado demasiados zapaticos y pequeños cuerpos inquietos, estaba repleta de sucio, afortunadamente en esa época aún no se hablaba de alergia a los ácaros, no habríamos podido estudiar en el pre-escolar mis compañeros y yo, y un motón adicional de niños y niñas antes  y después de mi grupo, allí sólo había mucho polvo y una alfombra tan vieja que ya los “pelos” no se levantaban, era una cosa pegajosa formada de la tierra de los zapatos, las bebidas y comidas de muchas mañanas y el polvo nuestro de cada día. Allí pasé cada mañana de mi vida durante los tres años de mi etapa pre-escolar.

El otro  escenario estaba compuesto por unas mesas con cuatro sillas de tamaño adecuado a nuestras edades, de madera, pintadas con vinilo de agua de color azul y verde, algunas tenían un dibujo infantil en el espaldar, en estas mesas trabajábamos seriamente en nuestra estimulación. Eran pájaros de colores para contar en un ábaco trasladándolos de un extremo al otro y de vuelta; pequeños palos de madera para apilar como si fuera un armo-todo sin ensambles, me encantaban las tablas con “ojos” para pasarle, a manera de una costura, una fibra plástica; en una hoja de papel blanco aparecían mágicas figuras brotadas del caucho de los sellos de la profe, debíamos llenarlas de color, me gustaban mucho las acuarelas y las crayolas; recuerdo los rompecabezas didácticos para enseñar la figura humana; es la estimulación que me tocó vivir, no había ergonomía en su diseño, había didáctica, era buena, no sé si suficiente, pero divertida.

Recuerdo muy bien a mi profesora Ayda acudiendo a su infalible remedio contra casi todo: con voz muy enérgica, y una sonrisa obligo-amable, entonando, al tiempo que movía rítmicamente sus manos en distintas direcciones como si hiciera ejercicios de estiramiento, ánimo niños, afuera pereza, que trabajando con atención, pronto seremos niños juiciosos, para ser siempre niños de honor… ¡era mágico!, en fracciones de segundos hacíamos sólo lo que ella ya había sugerido… repetir el estribillo, y por supuesto el ejercicio de brazos, ¡qué entrenamiento!, el condicionamiento funcionaba  a las mil maravillas, luego de esto éramos un grupo más dócil, no por mucho tiempo, pero ya podía entonces la profesora dar una instrucción, o trasladarnos a otro sitio, o cambiar de actividad. Lo mejor del entrenamiento era el “dedito en la boca”, una especie de sello inquebrantable para evitar los molestos ruidos de  un grupo de niños y niñas alegres y activos. Eran sus mejores armas para la disciplina, seguro no faltaba quien mereciera otro dispositivo de control más aversivo, ir a la rectoría, llamada a los padres, o quién sabe qué más.

En realidad fueron días de gloria, en el colegio había una matica de “bonche”- cayenas – a las que les sacábamos el interior del pistilo para extraer un pequeño apéndice interior pegajoso que nos colocábamos en la punta de la nariz como si esta creciera cual “pinochos”; las plantas de coral (no conozco su nombre internacional), tienen un pistilo dulce, era un manjar para aves, mariposas, niñas y niños, puro néctar de las flores al alcance de “mariposas” con alas recién estrenadas en el campo de entrenamiento; la hierba que tiene una flor llena de pequeñas puyas (yo las conozco como cadillos), que se adhieren al tejido fibroso de las medias eran una gran diversión. Aparte de las flores teníamos un pequeño parque de diversiones, sube y baja, columpios, tobogán de tierra, era una maravilla. Teníamos un patio espacioso y el recreo era una gran oportunidad para correr y disfrutar, no nos dejaban mezclar con los cursos de mayor edad, así que era todo manejable en la lógica del juego, la pelea y la correspondiente queja con la profesora.

Sin lugar a dudas y con todos los honores lo mejor era el teatrino, mi imaginación gigante, como pequeño era mi cuerpo, me permitía tener un rato de gozo sin igual, debo decir sin pudor que para disfrutar de estas historias debíamos pasar por una semana de juicio, y ese día en particular, una jornada de trabajo responsable en las sillitas de la estimulación, una buena entonada del estribillo, con el ejercicio correspondiente, y finalmente, mientras la profesora se ocupaba de armar el teatrino, un contundente y aplomado “dedito en la boca”. Cuando la historia comenzaba su desarrollo ya no era necesaria otra estrategia para lograr nuestra atención.

Gracias Ayda, no sé si mi motricidad es mejor o peor por ti, pero sí tengo claro que mis recuerdos son fantásticos contigo.

martes, 18 de octubre de 2011

NIÑA DE ÉBANO

Tal vez esta no vaya a ser mi entrada más popular, pero si la más importante hasta ahora. Para ti:

Tu dolor me hace sufrir
tu alegría me da felicidad…

Sólo te abracé en mis fantasías y sueños
eres tú la NIÑA de ÉBANO que amo en silencio
habría podido arriesgar un poco más para demostrarlo
para decirte cuánto te quiero
pero no deseo dañarte niña hermosa.

Pude haberme equivocado un día
y sin querer lastimarte
pero nunca más hice algo hacia ti que pudiera reprocharme.

Quienes estamos cerca de ti no tenemos derecho a robarte la inocencia
a anticiparte al dolor de la vida
tu fase de oruga fue violentada y entorpecida
ojalá no se hayan lastimado tus alas
y puedas lejos volar.

Este dolor tuyo que solo intuyo
se me clava en el alma
me la envenena
sólo me quedan la impotencia y varias lágrimas.

De tus ojos pícaros y tu amplia sonrisa he recibido maravilloso regalo
para mí es un tesoro: estás cerca
es de otra forma…
a través de las letras puedo quererte
mi NIÑA de ÉBANO
mientras llega un mejor momento.

¡Siempre cuentas conmigo!

domingo, 18 de septiembre de 2011

DE LA MUERTE

Nunca fui buena con la química, no podía entender cómo era eso de los elementos, siempre me preguntaba, ¿dónde se encuentran, cómo son, que aspecto tienen, para que sirven?, creo que sobre todo me preguntaba para qué me servían a mí, la verdad no hallé esa respuesta en mi esmerado profesor. Es que mi pensamiento concreto no me permitía imaginar cómo era eso que no veía, y el acto de fe que me pedía el profe no era fácil para mí (debe ser por eso que dejé de mirar al cielo cuando rezo). Mi nota siempre estuvo en el límite en química, creo que me tocó hacer un examen de habilitación un año antes de terminar el colegio.

Con la física y las matemáticas no me iba mal, pero porque las fórmulas eran más fáciles de aprender, con la memoria podía sacar buenas notas, pero no entendí nada que perdurara hasta hoy, todo lo que aprendí para las evaluaciones lo olvidé tan pronto dejé de usar esos datos.

Con biología estuvo bien, no era complejo, tan solo no me fascinaba, pero al llegar a la universidad se me puso la cosa color de hormiga, aún recuerdo a la profesora, parecía la protagonista de una película de los años 50, y estábamos en los 80, ella estaba congelada en el tiempo, y no me transmitía, yo no sentía el vínculo con ella, ese que aún hoy considero necesario para aprender, y no aprendí, la nota obtenida al final del semestre fue la mínima, no obstante lo logré, no la vi nunca más.

 En la universidad debía estudiar asignaturas de la anatomía y fisiología de los procesos mentales y psicológicos, eso fue un verdadero tormento, lo más difícil fue el contacto con órganos inertes de seres ya idos de este mundo, con un fuerte olor a formol, que viene a parecerse al olor de la muerte. Fue una experiencia desastrosa e inolvidable, las clases en el anfiteatro eran como de película, el olor, el frío en ese espacio era más intenso que en cualquier otro lugar que yo conociera de la fría capital de Colombia; los docentes tenían una “temperatura” emocional acorde con las circunstancias de ciencia y muerte del momento, creo que me salvó del congelamiento el calor de mi origen caribeño.

Entonces, si no podía con la química, si lo aprendido en física y biología era solo para ganar los exámenes, y la anatomía y la fisiología habían sido un tormento, yo no tuve conceptos claros para entender científicamente la muerte, eso de la transformación de la materia, la parada del mecanismo, etc., no me quedaron claros, entonces no comprendí cómo era posible que un cuerpo lleno de energía ya no dijera nada más y no hiciera nada más, era raro.

No entender el mecanismo era una limitante, pero podía tener otras formas de aclarar el asunto. Me quedaba la alternativa religiosa, pero me resultó más enredada, no sé bien cómo puede ser mi vida eterna, si bien la de Jesús y la de Dios no me despeinan que son de otra condición, no me atrevo a decir naturaleza sin sentir que implícitamente apoyo una idea extra-terrestre de Dios negando su origen divino, no puedo dilucidar mi propia trascendencia y creo que tampoco la de otros, me he estado preguntando ¿por qué si vamos a llegar a la vida eterna, tenemos que pasar por la vida física?, como no encuentro respuestas, no sigo preguntando.

Sin embargo hace poco escuché una historia increíble, literalmente increíble, una señora que merece mi credibilidad y respeto, y que no tenía ningún interés en mentirme, me contó el siguiente relato: hace unos veinte años conoció a una persona que le solicitó un servicio en su lugar de trabajo, la Sra. identificó conocidos y parientes en común y decidió ayudarlo, acordaron comunicarse nuevamente; el Sr. no respondió al teléfono que dio y no volvió al lugar de trabajo de quien me cuenta la historia, al cabo de una semana ella se acercó a una de las personas que tenían en común y le manifestó que estaba esperando al Sr. para darle solución a su inquietud, el conocido común se sorprendió y la trató de loca, le manifestó que el Sr. estaba muerto. Ja, ja, ¿qué tal eso?, parece de no creer o de personas inmaduras, pero no lo es, la Sra. describió al hombre muerto y coincidía, no sólo con sus rasgos físicos, sino con la ropa que llevaba puesta para entrar a su féretro, pues sí, lo vio con la ropa que tenía en su último lecho. No es todo, ella fue increpada a dar pruebas de esto y entregó el papel en el que el difunto había escrito su nombre, teléfono y dirección, era su letra y su casa en el momento de morir (a la fecha del encuentro ya la habían vendido y la viuda se había mudado recientemente).

Esa historia no se escucha todos los días de su protagonista y menos si quien lo vivió es una persona seria y madura.

La muerte no me da miedo, pero sí me sorprende, no la comprendo bien, he tenido que despedir a personas que quiero mucho, y con todas puedo identificar situaciones especiales antes de su muerte, cuando murió mi abuela materna lo supe al pasar por su verja, sólo lo supe, no puedo explicarlo; dos grandes amigos hombres murieron en diferentes momentos y circunstancias y ambos llegaron a mí a despedirse sin siquiera tener idea de que iban a morir, fue una última conversación que contenía mensajes concluyentes sobre nuestra amistad y sobre mi vida, atesoro esos mensajes en mis recuerdos, los repaso con frecuencia.

Tengo que decir que he vivido otras despedidas de las que no he recibido nada distinto del vacío del adiós, por eso me confundo más, es como si el momento de morir no fuese siempre mágico, me deja sin posibilidades de generalizar para teorizar, me pone a dudar… ¿será que aquello no era, o esto sí?, ni idea.

Luego de haber iniciado este texto corto murió mi perro, y pasamos muchos dolores entre mi familia y yo que me alejaron del asunto, fue bastante triste verle enfermo, su ausencia no logro explicarla aún, debe ser que no me alcanzan las operaciones concretas para  captar algo tan abstracto como la muerte; Silvio Rodríguez se hizo buenas preguntas ¿a dónde van…?, yo no lo sé, nadie me lo dijo aún, parece que mueren mis neuronas y acaba todo, pero recuerden que ya les conté de aquel hombre que regresó a terminar unos asuntos, que por cierto tenían que ver con lo que dejó pendiente para su hija antes de morir: si había pasado en la universidad.

Muchas veces he pensado en mi muerte y temo que lo bueno que creo de ella, que es un buen descanso de tanto corre corre, no se cumpla y me toque seguir corriendo de aquí para allá en la “vida eterna”, y ya para siempre, qué miedo mantener asuntos pendientes “acá” y tener que venir a solucionarlos y recibir nuevos asuntos “allá” para enfrentar el nuevo estado.

viernes, 12 de agosto de 2011

UNA LUZ PARA APAGAR EL MIEDO

Ya les he comentado que el miedo me acompaña y lo identifico, no le he podido ganar, pero sí puedo hablar de él. Yo puedo seguir la huella de mis miedos infantiles y ver como si fuera una película todo lo que arrastro desde ellos. Tengo muy claro que aún hoy me acompaña un miedo irracional a la oscuridad, que puedo dominar, no me paraliza, pero sí me asusta.

Cuando debo estar sola en espacios oscuros no puedo evitar recordar lo que sentía cuando siendo niña me tocaba ir al segundo piso de la casa; ocurría por alguna solicitud de mi madre o una necesidad mía, debía subir a una de las habitaciones pero la iluminación no estaba garantizada, al llegar arriba era seguro encontrar el pasillo que comunicaba los tres cuartos sin más luz que la que emanaba de la escalera, casi nunca había un bombillo instalado en esa zona, no podía hacer un uso rápido de él, ¡no podía encender la luz!. El espacio que debía recorrer entre el último escalón y el siguiente espacio oscuro, el cuarto y el baño que compartía con mi hermana o el cuarto de estudio o el cuarto de mi padre y mi madre, podría ser de solo unos cuantos centímetros, o un poco más de un metro, hasta el baño parecía sólo un salto, pero sin luz era como saltar al abismo.

He pensado mucho sobre lo que temía, lo que en ese entonces creía que podía ocurrirme es que una gran energía que yo sentía sobre mi espalda podría hacer algo contra mí. Ya se los mencioné antes, lo que creemos mientras somos niñas y niños es verdadero, no importa qué tan errónea sea la idea, la convertimos en una realidad disfrutada o temida, ¿acaso quien no creyó tener los super poderes de los héroes del momento?, así mismo yo creía que lo que temía podía realizarse. Casi que pude ver lo que creía, fue tan vívido que a veces, muchas más de las que en realidad me gustaría, siento detrás de mí esa misma energía que puede hacerme algo que temo.


Siendo justa también me recuerdo enfrentándolo, con mucho miedo disfrazado de valor podía saltar hacia atrás y volver mi cara hasta donde estaba mi espalda para “atrapar” a mi victimario, pero jamás pude verlo, sólo lo sentía, era denso y pesado pero no tenía un rostro reconocible, por eso tenía mil rostros imaginados.

Ahora, como entonces, el peor momento es al devolverme, cuando voy en la noche fuera de mi habitación a cualquier lugar de la casa el sitio oscuro me queda de frente, y más temprano que tarde podré iluminar el espacio, pero de regreso tengo que apagar la luz y dar la espalda y es ahí cuando me encuentro en el mismo sitio y en el mismo momento: en mi casa de la calle real, en el segundo piso, atrapada por el pánico que ocasionaba una sensación tan agobiante que ahora solo puedo solucionar rápidamente si tengo la certeza de que mi “luz negra” me espera despierto para apagar mi miedo.

Ahora que lo pienso... una que también creció en esa casa usa una lamparita para dormir, a menos que la acompañe su “luz blanca”.

martes, 26 de julio de 2011

MIEDOS

Al miedo le reconozco muchas caras, lo he visto disfrazado con mil perfiles, a veces logra engañarme, yo solo he podido engañarlo cuando lo descubro en otras personas.

Durante los años iniciales de la vida el miedo se experimenta a partir de amenazas “tangibles”, la fantasía de niñas y niños y su pensamiento concreto no les permite saber que el “coco” no existe, lo imaginan y lo pre-sienten, tal vez algunas veces alcanzan a sentirlo; por otro lado el enojo de quienes les cuidan es tan real como doloroso y tan amenazante que paraliza a un pequeño cuerpecito.

Cuando vamos creciendo estos miedos que fueron tan vívidos, tan reales y tan externos como lo permitía nuestra inocencia, se convierten en pesadillas interiores, en auto-saboteos.

Los miedos, como las identidades, se van introyectando y se van instalando en nuestra mente, de tal forma que arrancarlos requiere esfuerzos especiales más allá de la buena voluntad. Nuestro miedo a que otro nos deje no es otra cosa que el miedo a nuestro profundo abandono emocional, a nuestra insondable soledad; el miedo a las relaciones de pareja es el miedo que se puede sentir sobre las carencias que creemos tener, como la capacidad para comprometernos, a tener a otra persona en cuenta; el miedo a los cambios sólo denota la incapacidad para sentirnos seguros fuera de unos límites más que conocidos, entonces quien es tan seguro en unos límites tendrá temores de dejar su piso, no por el cambio mismo, sino por sus limitaciones para enfrentarlo.

Yo lo he visto con cara de valor en personas que son tan osadas y atrevidas que resultan imprudentes y temerarias; lo he visto disfrazado de dureza, pero debajo de la armadura siempre le encuentro asustando a quien la porta; a veces se ve complaciente cuando amenaza con la soledad y el rechazo a su víctima. En algunas caras del miedo he visto arrogancia, escondiendo las mil flaquezas conocidas; he visto agresiones ocultando las agresiones ya recibidas y todo el miedo y el dolor que causaron; he visto caras abominables del miedo que han sembrado de dolor a la humanidad.

También he visto miedos disfrazados de respuestas estéticas y muchas artísticas; algunas se escondieron detrás de exitosas producciones empresariales; de responsables maternidades y paternidades, llenas de amor y disciplina; algunos miedos sociales se vistieron de rigor científico que hoy por hoy disfrutamos y sufrimos como especie.

No me las sé todas, pero el miedo no me engaña. Sé que se esconde por ahí como motor de mil actitudes, muchas veces no le identifico, pero a veces lo descubro, otras veces sólo puedo presentirlo. Les quedo debiendo mi miedo a la oscuridad, al dolor físico y a los animales, sobre todo a los pájaros, así tengo motivos para volver.

lunes, 18 de julio de 2011

TENGO...

Pensaba por estos días en las amistades que ahora tengo, no pude evitar sentir que en ejercicio de comparación y contraste, me resultarían sustancialmente diferentes de otras que experimenté antes, pero tan extraño, pronto me di cuenta que esas de antes también me resultaron diferentes de las de mucho antes; entonces me percaté de la evolución de mis relaciones de amistad, pensé que valdría la pena dedicarle un tiempo a esto.

Yo puedo recordar muchas de las personas que me acompañaban en mis años de pre-escolar, tal vez no los de pre-jardín, sólo tenía tres años, pero sí los de jardín y transición (antes preparatoria), pero no puedo recordar que esas personas fuesen mis amigas, de hecho lo que recuerdo más bien es la crueldad de los juegos, tan propia de estas edades, y a mis profesoras Ayda e Imelda, mágicas las dos. Mi primera noción de amistad la ubico cuando cursaba segundo de primaria, ella era una niña flaca, desgarbada y con dificultades para mantenerse en una sola actividad, no obstante era buena conmigo, hablábamos mucho (pero ahora no me recuerda), ella me presentó (así como lo digo, como si fuera una adulta) a una niña pequeña de estatura, pero un año mayor que yo, y me dijo “cuídala mucho”, eso hice, a la postre ella sería mi gran amiga por años, aún nos une un cariño muy especial, pero nos vemos de forma casual.

Las amistades de la secundaria fueron compinches de amores platónicos, críticas de moda, organizadoras de eventos y pañuelos de lágrimas cuando sufrí algún dolor, desde entonces recuerdo una constante en mis relaciones de amistad, muchas más personas confiaban en mí, pero yo no podía confiar en todas ellas, eran demasiadas. Recuerdo con especial cariño a algunas compañeras del colegio, tuve el privilegio de ser amiga de muchas, y por mi condición de alumna sobresaliente y aplicada podía apoyar a muchas en sus travesuras sin que me involucraran en ellas a la hora de recibir castigos y sanciones escolares. Recuerdo tardes de cocina, noches de largas conversaciones, cumpleaños llenos de carcajadas; qué buenos momentos, hasta un léxico particular en clave usábamos para comunicarnos. A todas las abandoné cuando salí de mi ciudad natal a estudiar en la universidad, lo peor fue que no encontré amistades como esas nunca jamás, porque no tuve esas edades nunca jamás.

La capital del país era monumental para una joven de 16 años con la misión de terminar una carrera universitaria, yo llevé a mis amigos, pero no me duraron mucho tiempo, cada uno tomó su camino, y no tuve la fortuna de empacar una mujer solidaria en esa maleta, los chicos rápidamente olvidaron la solidaridad y se aventuraron a explorar nuevos rumbos. Me hallé frente a mis retos, las nuevas amistades llegaron, pero no se consolidaron, en el FB tengo tres contactos de esa época, por quienes siento mucho aprecio, tenemos vidas muy diversas pero me inspiran un gran afecto y buenos recuerdos. Esas personas en particular me ayudaron en circunstancias específicas y diferentes para cada una, a ser más yo, a construir partes importantes de mi vida, conocí diferentes caras de mi país, tuve mi primera experiencia laboral, hice trabajos de largas horas y me desafié a mí misma para lograrlo, la gente costeña en la montaña sigue siendo gente costeña y esas amistades me ayudaron a encajar, gracias.

El regreso a mi tierra bella estuvo marcado por la soledad y el re-encuentro con la familia y las viejas amistades, a pesar del recibimiento ya no había espacio para la complicidad, ahora las relaciones laborales abrieron otro capítulo a la amistad. Han pasado años y hay lugares de privilegio en mi corazón para las personas que me recibieron en ese entorno laboral, afortunadamente los entornos laborales se sumaron y crecieron las amistades. Hoy puedo identificar con claridad que tengo la misma condición: muchas personas pueden confiar en mí, gracias por ello.

Hoy las amistades son diferentes, no tengo que salir a pasear, no tengo que pasar una tarde cocinando con las chicas, pero mis amigas están al alcance de una llamada (que muchas veces no hago) o a la distancia de un mensaje electrónico (que a veces no escribo), en justicia tengo que reconocer que he tenido grandes amigas, algunos buenos amigos, pero que de un tiempo a esta parte cuento con el privilegio de identificar personas en las que puedo confiar ahora y que he conocido a lo largo de toda mi vida. Lo bueno de este momento es que sé que no es necesario haber hablado cinco veces en la última semana, puedo aparecer luego de muchos meses y reanudar la conversación sin mayores reparos.

Los bordes de mis amistades ahora son curiosos, tengo un amigo con quien duermo cada noche y no permite que la oscuridad me asuste; tengo una amiga con quien jugué todos los juegos, y aun planeo jugar muchos más, tal vez este 31 de octubre seamos las “brujillizas”; tengo dos amigas geniales que son como mis hermanas, aunque son mis primas; tengo la amiga sin condiciones que me enseño casi todo lo básico en la vida: a comer, a hablar, a caminar, a amar; tengo una amiga que me dio de su comida cuando la mía faltó; tengo una amiga que me dio sostén psicológico profesional cuando mi “brujilliza” me lo ordenó; tengo amigas que me escuchan cuando yo lo necesito; tengo amigas que ahora me leen con mucha paciencia; tengo una amiga que puede enviarme algo que ella escribe para que le ayude con la sintaxis; tengo amigas que me quieren sin censura, que me dan ánimo cuando se necesita; tengo un par de amigos que ahora saben cómo es la muerte, aunque aún no han venido a decirme qué encontraron por allá . Qué privilegio tener tantas amigas y algunos amigos, gracias por dejar que yo diga que les TENGO.

domingo, 10 de julio de 2011

YO TAMBIÉN ME HURGO LA NARIZ

“Por gente como tu es que este país está así”, de manera furiosa me gritó la señora que parqueando su carro sobre el andén me obstruyó el paso, sin reparos le reclamé y ella me dijo lo que ya saben, eso me hizo sentir más enojada, no porque yo sea un ramo de virtudes, sino por lo incoherente de la mujer, ¡ella me agrede con su automóvil, me obstaculiza el paso, se parquea en zona peatonal, y yo soy la mala ciudadana!

No crean que voy a hablar de otras personas, esto se trata de mí, desde hace bastante tiempo, en diferentes ocasiones, casi siempre en un salón de clases, he afirmado que para mí es un reto diario, como el de un adicto, ser coherente, y es que lograrlo se me hace tan difícil como necesario. Poder actuar de manera consonante o armónica con lo que siento y pienso es una tareota.

Casi siempre los seres humanos experimentamos algún tipo de disonancia (incoherencia entre la acción-emoción-pensamiento) que nos produce un nivel de malestar, que puede ir desde una ligera incomodidad a una verdadera dificultad, es esa desagradable sensación que puede sobre-cogernos cuando nos sentimos insatisfechos con lo que hacemos diariamente (pero lo seguimos haciendo), o la sensación de frustración que puede embargarnos cuando hacemos algo que ya habíamos resuelto no volver a hacer.

Ser coherente me permite estar más tranquila conmigo misma,sin embargo en la tarea que me propongo no siempre puedo separar lo cognitivo de lo afectivo, y ahí se complica la cosa, a veces siento tanto enojo que se vuelve contra mí una idea muy lógica, a la mujer del carro habría podido decirle mil cosas, dejándome llevar por mis sentimientos, afortunadamente controlé mis impulsos, le dije alguna cosa airada y decente y seguí caminando. Pero no siempre lo logro, a veces me descubro empujando un poco más brusco de lo necesario a alguien en las difíciles caminatas en el hervidero de gente y calor que es el centro de la ciudad a medio día; también puedo ser extremadamente dura con alguien que quiera venderme algo que yo no quiero comprar; nada más ayer de una sola halada casi suelto los hilos de la camiseta de mi hijo porque él no hacía lo que yo le había pedido ya varias veces. Pero eso sí... asumo que soy muy correcta, así como lo pudo asumir un defensor de derechos humanos que golpeó a su familia, o un funcionario público que condujo embriagado, o una empleada eficiente que tomó “prestado” un dinero de la caja menor en su trabajo.

No me da pena confesar que más que mi moral, me preocupa mi coherencia, es que antes entendí de un señor muy cercano, que tener un código de ética a prueba de balas, que garantice un comportamiento moral intachable en la vida pública, no te garantiza hacerlo en la vida privada, cuando no nos ven solemos hurgarnos la nariz y hacer lo que hacen los demás, cuando nos ven podemos ser muy correctos, pero cuando no nos ven, o cuando creemos que no nos ven algunas personas, sale el "coco" de la incoherencia, y somos capaces de gritar, de mentir, de maltratar y de hurgarnos la nariz, aunque no nos robemos nada de nadie, ni las ideas.

Si logro hacer mejor el ejercicio de ser coherente tendría que decir menos mentiras, sería más confiable, tomaría decisiones con menos inquietudes, podría ser ejemplo para más personas, podría tener mayor autoridad para hacer solicitudes o reclamos, seguro me sentiría más satisfecha cada día en el balance de la almohada, y no halaría la camiseta de mi hijo cuando no hace lo que le pido.

lunes, 4 de julio de 2011

“YA SON LAS 7:30, PARA ADENTRO”

Ya lo dijo Skinner, el miedo se aprende, Alejandra Pizarnick y María Mercedes Carranza me ayudaron a nombrarlo de forma más lírica, yo no sé si ellas lograrían “exorcizar” el suyo, pero me ayudaron a ventilar el mío.

“Ya son las 7:30, para adentro”, esa frase y unas luces de automóvil, en la esquina eran el detonador de mi miedo, como en cualquier aprendizaje, este "swtich" aparecía antes de que estuviera en peligro, y bueno… seguro era útil para ponerme a salvo. ¡Era terror!, podía meterme a la cama y hacerme la dormida para evitarlo. Entonces tuve miedo de casi todo, aprendí que lo aprendido se generaliza a partir de la sensación que sobre mí experimentaba, el miedo podía hacerme sentir frágil, vulnerable, equivocada, en peligro y culpable (obvio, si yo causaba tal enojo, yo debía tener la culpa de algo).

Algunas cosas aún me dan miedo, las aves y muchos más animales, no todos, pero sobre todo las aves (otro día les cuento porqué),la oscuridad (en ocasiones siento lo mismo que entonces), el dolor físico…, qué raro, no encuentro con qué continuar la lista. Pero sí me da rabia que a algunas personas al tratar de convencer a niños y niñas les oigo decir: “te llamo al coco, viene la bruja”, el miedo no construye, destruye. Son incontables los niños y niñas que ahora tienen miedo de quienes les cuidan, y terminan convirtiendo ese miedo en fragilidad, culpa, auto-reproches, y una gran confusión, imagina que quien te debe cuidar te hace saber constantemente que tus acciones son incorrectas, que estás en peligro y que estás tan equivocada que mereces castigos y espantos.

Si no se puede amar con paciencia, no se puede amar.

miércoles, 29 de junio de 2011

UN OSCURO SERVICIO AL CLIENTE

UN ANGELITO DEL RENACIMIENTO PARA PODER ENTRAR
Lugar: restaurante en una plaza del centro histórico de Cartagena
Evento: fiesta familiar privada
Año: 2002
Motivos para esta nota: el …ismo de la noche
Ella, de cabellos castaños, rizados, largos y sueltos (“como un angelito del renacimiento”, le dijo un artista) sube emocionada las escaleras que conducen a una noche de afectos y buena comida (casi redundante), antes de llegar al tercer piso se detiene en el baño; él (su él) continua subiendo hasta que en el portal de la meta una mano irrespetuosa y traicionera (de su clase, de su color) se le arroja contra su pecho oscuro. El dueño de la mano no medió palabra, no inició con lo más humano: la comunicación verbal, no pidió una explicación, empujó de manera brutal y negó el acceso “no puede entrar, hay una fiesta privada”, palabras que siguieron a la mano brutal, no se le ocurrió preguntar si era invitado de aquella, y claro que lo era.
El boleto de entrada, Ella, de cabellos castaños, rizados, largos y sueltos (“como un angelito del renacimiento”, le dijo un artista), se le quedó en el baño, sin ella no parecía un invitado, no tenía palidez en su piel, y eso pareció justificar la brutal mano en el pecho.

CONITOS DE A $1.000, CON BOLSITAS DE AGUA
Lugar: heladería en un centro comercial de Cartagena
Evento: paseo familiar
Año: 2004
Motivos para esta nota: un …ismo incómodo
En las fotos se veían provocativos mil y un helados en copas con diferentes, salsas, frutas, confituras, mmmhh, deliciosos!, el papá, teñido de oscuro, pregunta "¿qué helados tienes?", la empleada lo mira y responde “tenemos conitos de a $1.000” (no estaban en las fotos), en vista de la oferta, papá y mamá deciden no comprar otra cosa y piden cuatro conitos de a $1.000, para toda la familia; el niño tiene sed, la madre da una mirada a la nevera, ve las botellas de agua y dice “dame una botella de agua” la vendedora responde: “tengo bolsitas de agua” (estas no se ven en la nevera), ella y él con más burla que maldad, piden cuatro bolsas de agua.

UN BILLETE OSCURO
Lugar: supermercado de Cartagena
Evento: unos cigarrillos
Año: alrededor de 2005
Motivos para esta nota: un trato distinto
Un señor de piel pálida cancela una compra con un billete de $50.000, lo reciben, le dan el vuelto y listo. A continuación un hombre adulto, no mayor, de piel oscura, paga los cigarrillos con un billete de $20.000, lo revisan en la probadora de billetes y a tras luz.

Las ideas estereotipadas son como una imagen que se cree siempre sobre una situación o tipo de persona en particular, son como “saberes” sobre-entendidos sobre objetos sociales: la gente gorda es más feliz, las personas negras son buenas para el deporte, las mujeres no conducen bien los automóviles. Todas las personas usamos los estereotipos porque “ahorran” esfuerzos en el conocimiento de nuevas situaciones o personas, esta práctica da lugar a los prejuicios, que no son otra cosa que las conclusiones que se sacan antes de tener un conocimiento real sobre algo, como no se tiene el conocimiento directo sobre la persona o situación se echa mano de los estereotipos, es decir de los sobre-entendidos sociales que circulan sobre tal o cual situación o tipos de personas. Al tener una idea pre-juiciosa se puede ser muy generoso con las personas o situaciones sin conocerlas y tal vez se corran riesgos; pero también se puede discriminar a la gente, o a las situaciones, y actuar de manera injusta e irrespetuosa sin bases objetivas para ello.
UN ANGELITO DEL RENACIMIENTO PARA PODER ENTRAR. Para acceder a la fiesta no se necesitaba ser de un color o de otro, bastaba con ser invitado, podía consultar la lista, pedir el nombre, preguntar si era invitado… cerciorarse con la palabra y no asumir que la piel oscura no tenía lugar en el evento.
CONITOS DE A $1.000, CON BOLSITAS DE AGUA. Para vender se puede ofrecer toda la carta y cuidarse de un tramposo cobrando antes de entregar el pedido.
UN BILLETE OSCURO. Se pueden probar los billetes “claros” y los “oscuros” también.
No parece complicado visto así, pero lo es, hay una larga historia y muchos intereses que han influenciado en la manera como se comportan socialmente los seres humanos, pero se puede intentar ser un poco más neutral y justo con las personas, por el bien común (todos los sujetos oscuros que fueron objeto de trato discriminatorio en esta historia, se acercaron como clientes -o invitados- al lugar de los hechos).